Omo ValleyÁfrica
África
La idea de África, del continente negro, paisaje de misterios, de países sin vías de desarrollo, siempre nace en nuestro pensamiento como un lugar lejano, exótico, apartado de nuestro día a día, hábitat de animales salvajes y destino de peligrosos safaris
Pero con un mapamundi en la mano, no hay nada más equivocado de la realidad. África por decirlo así, está muy cerca de Europa y esa proximidad queda patente en esos 14,4 km que las separa por el estrecho de Gibraltar. Aunque más bien es la España Europea la que tiene prolongaciones territoriales en el norte de África. Las más próximas y de gran importancia estratégica son las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Ceuta está casi a la vista desde cualquier playa entre La Línea de la Concepción y Algeciras. Y si estás en Gibraltar desde punta Europa, la sensación de proximidad es desconcertante. La más lejana es el archipiélago de las Islas Canarias, destino turístico africano de primer orden internacional y que está frente a la costa de Marruecos.
Y si revisamos los libros de historia, vemos que España tuvo una gran presencia en toda la costa de África desde antiguo. Una de las teorías que se barajó sobre la posible procedencia de los íberos fue la africana. Ya en el Imperio romano las relaciones comerciales fueron muy estrechas. Durante la tetrarquía se creó la diocesis Hispaniarum, en la que estaba incluida, junto con las provincias hispánicas, la provincia de Tingitania, con capital en Tingis (la actual Tánger). Con los visigodos la Tintigitana siguió en la órbita de influencia hispánica. Y fue el famoso comes don Julían el que aliándose con los árabes, abrió la puerta de la península a los invasores. Acabada la Reconquista, los Reyes Católicos, comprendieron la importancia estratégica de la otra orilla, política de expansión continuada con Cisneros y Carlos I, enfrentado al avance turcos y a los piratas berberiscos., que asolaban las costas españolas. Felipe II aseguró los enclaves norteafricanos de Melilla, Orán, Bugía, Bizerta y Túnez , que se acrecentaron con otros en el África atlántica ya que los territorios Portugueses pasaron a formar parte de su imperio, al producirse la unión peninsular, al morir su sobrino el rey de Portugal Sebastián I durante su fallida invasión de Marruecos. Y éstos fueron utilizados como puertos en la ruta de los barcos comerciales camino a la India y de la exploración del mundo.
El reparto colonial de África
Ese sentimiento de lejanía y aventura, se forjó en la época colonial europea, desde la famosa Conferencia de Berlín (1884–1885) hasta mediados del siglo XX, en que la mayoría de los países africanos clamaron por su independencia.
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En ese periodo de tiempo, las potencias europeas se repartieron el continente negro, principalmente Gran Bretaña y Francia, con algunas migajas para Alemania e Italia, recién unificadas y con deseos de coger algo de pastel. Salvo Etiopia, que resistió el ataque italiano, toda África quedó bajo el imperio de Europa. La descolonización, iniciada en los años cincuenta, a la larga, ha aumentado la postración de los nuevos países. Carentes de élites realmente preparadas, han caído en manos de dictadores despóticos, o líderes demagógicos que se han dedicado a saquear el país. A lo que hay que unir diferentes guerras civiles, muchas de carácter tribal, que han acabado en horrorosos genocidios, como el reciente enfrentamiento entre tutsis y hutus.
La desestructuración postcolonial de África
Aunque políticamente eran independientes, en lo económico siguen estando bajo la vigilancia de las antiguas potencias. Francia ha intervenido militarmente en algunas de sus ex colonias, intentando poner un poco de orden, como en el Chad, cuya existencia sólo existe en el mapa. Somalia es otro caso de país frustrado, en mano de diversos señores de la guerra, donde la intervención internacional se saldó en un rotundo fracaso.
La deposición del emperador Haile Selassie, y la subida al poder de los comunistas, sumió a Etiopia en una larga etapa de desestabilización política y económica, unido a la guerra contra los separatistas de la antigua colonia italiana de Eritrea, concedida a Etiopia después de la II Guerra Mundial. El hambre se hizo endémica en la región. En Uganda, un antiguo sargento del ejército británico, Idi Amín Dadá instauró una de las dictaduras más sanguinarias y atrabiliarias, que ocasionó la muerte de cientos de miles de ugandeses.
Otro de los casos más inenarrables fue el del efímero Imperio de Centroafrica, donde otro antiguo sargento, ahora del ejército francés, Jean-Bedel Bokassa, que de dictador pasó a proclamarse emperador Bokassa I, protagonizando una surrealista coronación a la napoleónica en 1976. Francia protegió aquél tiránico régimen, y lo mantuvo hasta 1979, en que apoyó un golpe de estado, apoyando al antiguo presidente.
El caso de la excolonia belga del Congo es de los casos más paradigmáticos del fracaso de los nuevos paises. Desde la independencia en 1960, otro antiguo sargento del ejército colonial, Mobutu, se deshizo de los políticos que encabezaron la independencia, Lumuba y Kasavuru, e instaló hasta su derrocamiento en 1997, uno de los gobiernos más crueles y cleptocráticos de África, con la cruel paradoja de que aún siendo uno de los países más ricos, era uno con los mayores niveles de pobreza. Su ambición y rapacidad desmedidas carecieron de límites. Como curiosidad en la Boadilla del Monte, cerca de Madrid, tenía un lujosa mansión.
Descubrimiento y viajes por África
Las potencias europeas durante el siglo XIX rivalizaron a su vez en ser las primeras en descubrir y nombrar toda la geografía Africana para Occidente. Las grandes expediciones enviadas para descubrir los territorios inexplorados, aunque tenían un carácter marcadamente comercial y económico en busca de materias primas, supusieron un gran reto para los exploradores que en muchos casos terminaron con un trágico fin, pues más de uno padeció en su trascurso terribles enfermedades como la disentería, malaria o la picaduras de la terrible mosca tse-tsé, motines de sus porteadores y letales emboscadas de las tribus hostiles de los territorios que cruzaban. Y no pocos dejaron sus huesos en el intento de cumplir sus objetivos. Mítica expedición fue la de Speke, que descubrió a las fuentes del Nilo Blanco.
A día de hoy, África aún mantiene ese espíritu de aventura un tanto romántica, bien por la propia historia, bien gracias al séptimo arte producido en Hollywood o a la diversidad de documentales producidos tipo por la National Geographic.
Si bien han pasado muchísimos años de los primeros expedicionarios, el viajero del siglo XXI se verá en muchos casos en la misma situación que ellos: Un clima severo, tórrido y caluroso según nos acercamos al ecuador, lluvias intensas en las zonas de montaña y humedad agobiante.
Los mismos letales insectos, que merodean en los lugares menos insospechados . Las malas vías de comunicación, convirtiendo un simple trayecto de varios kilómetros en una larga travesía de horas en coche todo terreno. Alojamientos en muchos casos básicos, con una modesta y poco variada cocina. Y la misma sonriente y cálida bienvenida allí donde se llegue. ( Con algunas excepciones)
El viajero de hoy en día, viaja al África negra en busca de las playas y de los grandes mamíferos que pueblan su sabana, junglas y desiertos, pero hay unos pocos que tienen en unos intereses un tanto diferentes, centrados en la antropología, y en especial en la etnofotografía.
Así Etiopia presenta un escenario ideal y fascinante, y en especial la región del rio Omo, para recorrer y fotografiar pueblos preindustriales en pleno siglo XXI.